Suelo sano es sinónimo de cultivos abundantes, compartimento importante de los ecosistemas terrestres, representa un ecosistema muy particular, ya que constituye uno de los reservorios de biodiversidad más importantes del planeta. En el suelo viven e interactúan bacterias, hongos, colémbolos, insectos, miriápodos y muchos otros organismos. Esta riqueza biológica tan heterogénea está en el origen mismo del funcionamiento del suelo y de todos los servicios ecosistémicos que proporciona a los humanos, como nuestra alimentación, nuestro espacio vital o nuestro clima.
Caracterizarlo mejor, comprenderlo mejor, solo puede ayudarnos a gestionarlo mejor para salvaguardarlo y perpetuar el tesoro que constituye para las generaciones futuras.
El suelo es, pues, uno de los principales reservorios de biodiversidad, ya que alberga alrededor de una cuarta parte de la biodiversidad total (diversidad taxonómica) del planeta. Además, el número de “especies” es varias veces mayor que las observadas en su superficie. La biodiversidad, una contracción de “diversidad biológica”, se refiere a la variedad del mundo vivo. Es la diversidad de todas las formas de vida animal, vegetal y microscópica en la Tierra, y de todas las relaciones que las especies (de las que formamos parte) tejen entre sí y con su entorno.
Es hora de cambiar, para mejorar los cultivos, la producción, y también para dejar otro mundo posible a las nuevas generaciones.
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